2 de marzo de 2009

¿TE ACUERDAS? ¡NOSOTROS LOS QUE QUISIMOS CAMBIAR EL MUNDO!

Entre los innumerables correos electrónicos que me llegan, alguien me envío uno, el cual yo lo voy a recrear para mis lectores este se llama “Te Acuerdas’” yo si me acuerdo y creo que esa generación que vivió en las épocas de los años 60-70 fue mas feliz, especialmente durante la infancia. Estas vivencias serán con mas sabor moreno, latinoamericanas y a nuestra usanza.

Los jóvenes que vivieron en esos tiempos y que ahora son los mayores, muchos abuelos, han nacido de madres que fumaban, cigarrillos negros, rubios, habanos, quienes durante el periodo de los nueve meses de gestación bailaron guarachas, mambos, cha cha chas, congas, rock and roll, cumbias, merengues, cuecas, huayños, zambas y, por supuesto, no tenían que tomar clases de todo por que todas eran expertas del baile naturalmente, que decir de los pasodobles y valcecitos y el zapateado. Tomaron cócteles de toda clase, high balls, pisco souers, aguardientes, singanis, chichas, cubas libres, cervezas, zambucas, martinis, festejaron su embarazo hasta morir! ¡Nadie nunca tuvo depresión “post partum” que era eso nadie lo sabrá! Esas mujeres tenían cinco, seis y hasta diez hijos como pan comido y los criaron así mismo.

Comieron por dos durante nueve meses, quesos de toda clase, especialmente los que se hacían en las granjas, los divinos quesos frescos, mantequillas, natas y natillas, cremas, sardinas, picantes, antojos de toda clase, a la media noche frutillas y peras en pleno invierno. Si les dolía la cabeza se ponían rodajas de papas en la frente o simplemente tomaban aspirinas, el “Alka Seltzer” era el remedio más moderno para las indisposiciones. Tomaron leche caliente y espumosa recién ordeñada y comieron las delicias de la culinaria de sus pueblos y esos panes tan divinos, marraquetas, pan del pueblo, eso del pan francés, del italiano. Un snobismo de estos tiempos.

Esas mujeres no tenían idea de los ejercicios y clases, ni como respirar, ni nada de esas vainas o sonseras modernas. Mucho menos pues esas exigencias de que el padre tiene que estar con ellas a toda hora y en todo lugar, parieron sus hijos con dolor, ¡como debe ser! en sus casas, con la matrona y listo.

Cuando nacimos vinimos al mundo envueltos en siete pañales poco menos como tamales o humintas y no somos acomplejados, seremos mas chicos que los gringos que viven tirados en sus cunas sin medias ni zapatos pero así chaparritos o petizos estamos vivos y sanitos. Los pañales desechables, algo que no estaba en la mente de nuestros padres, vinieron a ser una novedad que cambió el mundo, sin embargo, nuestras mamás cantaron mientras lavaban la ropa en el patio de sus casas o en los ríos, la secaban con la luz del sol y ahora son mujeres de hierro que aun bailan y ríen, no tienen alzhéimer y están vivitas y coleando haciéndonos la vida imposible.

Los que tuvimos la dicha de ir en un auto nunca usamos cinturones de seguridad, nuestros padres nos ponían al auto tirándonos ya sea de cabeza o como caigamos en el asiento de atrás, o mejor en el compartimiento de “mas atrás” que era una especie de cajuela, no era el final del mundo, ¡era una fiesta! Ahí saltábamos, nos caímos, nos levantamos, pero nada que nos traumatizara de por vida.

¡Me acuerdo que en las camionetas íbamos paradas, inclusive bailando en las fiestas, especialmente en los carnavales, mojando a todo el mundo y eso que teníamos que llevar cubetas de agua, globos de agua e inclusive una banda de música! Como hemos hecho eso, no lo sé, pero fue lo más divino del mundo, bailar en un camión y en patota...inolvidable.

Millones de veces también viajamos por los caminos “mas peligrosos del mundo” entre barrancos, selvas, puentes colgantes, como bultos o racimos de uvas, montados sobre naranjas, papayas, sandias, cargas de papas. No nos dio un desmayo al ver el precipicio en esas rutas que se ven desde la distancia como un hilito de camino en medio de la montaña ni nos indispusimos, simplemente íbamos, sin replicar... chupando limones para el mal de vértigo. En los trenes otra odisea, teníamos que aguantar el humo de los fumadores, el chillido estridente de las campesinas, loros, papagayos, entre nuestras cabezas, chanchitos, gallos, canastas, las guaguas que lloraban en todo el camino, pero éramos felices, viajábamos cantando, no faltaba un guitarrero y en los viajes largos las zambas argentinas eran el plato fuerte para los nostálgicos que habían dejado algún amor en la estación del tren.

Nuestras mamás no manejaban autos, eso era para los hombres, por lo tanto tomábamos el tranvía, el colectivo, el bus, la flota sin ningún inconveniente, siempre había un conocido que nos iba a cuidar. No era un drama, algo fuera de este mundo, incontrolable. Teníamos nuestro fiambre, calientito debajo de mil servilletas, una delicia, si alguien nos miraba intercambiamos mordiscos.

Caminábamos para ir a la escuela o al colegio, en esa época no existían ladrones o rateros, el secuestro era para las películas y los depredadores sexuales eran pues novelescos y si los había era algo que nadie sabía. Nos levantábamos temprano para ir al colegio, caminábamos con nuestras caritas paspadas por el viento gélido de las mañanas al menos en mi país y en La Paz, un poco de vaselina y listo. Volvíamos a las doce al almuerzo, y a las dos de la tarde otra vez al colegio hasta las cinco. Cuando llegábamos tomábamos el te con pan y mermelada, escuchábamos el programa infantil y a las siete a hacer tareas con canuto y tinta, las punta bolas eran una aparición...inalcanzables. Usamos secante y nos salieron callos en los dedos. Los profesores nos castigaban nos ponían en una esquina con unas orejas de burro... ¿eso nos ha traumatizado? no lo creo.

Tomábamos agua de la pila, de la manguera del jardín, del grifo del patio de la escuela, de la esquina de la cuadra, del tubo por donde caía el agua de lluvia, y también de los ríos, acequias en las fincas y haciendas, el agua cristalina era divina!! Nunca conocimos agua embotellada eso no existía, el agua era de Dios, jamás tuvimos que pagar por ella, inimaginable.

Entre todos los amigos del barrio, de la vecindad o del conventillo nos comprábamos una botella de papaya, de soda, o de un jugo...todos tomamos de ella, nos repartíamos a mordiscos un sándwich, una torta o una empanada y le dimos mordidas a la misma manzana compartiendo nuestro recreo en el colegio. Eso de las enfermedades, de los “wipes” y de los desinfectantes no estaba en nuestras mentes, nadie se infecto de salmonela, ni de ninguna fiebre de ningún color.

Comimos en las ferias o parques, dulces, caramelos, empanadas, salteñas, tucumanas, taquitos, anticuchos, chicharrones, arepas, en las ventas de los mercados. Que decir de los helados, nieves, raspadillos y picolos! lo hacíamos con gusto, con jarabes, mieles de toda clase, de caña, de abejas, de chocolate, de caramelo, dulce de leche, de membrillo, de papaya, nadie murió por eso, además no éramos gordos. ¡Jugábamos todo el día, correteábamos, metíamos goles, visitábamos, salíamos a buscar amigos, si no estaban en los patios, corríamos a sus casas, caminábamos al kiosco de la esquina, a la plaza!

Manejabamos triciclos, bicis, sin cascos protectores, patinábamos con “patines hechizos” con rueditas de metal, nos caímos, nos rompimos la cabeza, un hueso, nos raspamos. Nadie hizo juicio al gobierno municipal por que se cayó en un hueco en la calle. Jugamos a la rayuela, a los aros, a las carreras de pista, futbolín, trompos, canicas, yoyos, bolitas, valeros, chocas, saltamos a la pita, subíamos cerros buscando aventuras, hacíamos fogatas de fuego, hubo algún quemado, uno que otra accidente, pero esa marca quedara para el recuerdo de esos tiempos hermosos de la niñez al menos tenemos algo que contar a nuestros nietos. Siquiera una cicatriz. En vez de un tatoo.

Nunca nadie se perdió, ni fue robado, no existía el acoso sexual, los maestros eran buenos. Mi madre, mi abuela y mis tías caminaban por los patios y la casa con su chicote “quimsacharani” en la cintura para infundir respeto. Si me ligo un chicotazo por ahí, por que no me hice el “quite” fue de milagro y ni lo recuerdo.

Siempre teníamos algo que hacer, alguien con quien jugar, hasta amigos imaginarios, piratas del fin del mundo, indios y vaqueros, policías y ladrones, condenados del cementerio, contábamos historias, nos reuníamos en la noche para comentar acerca de los aparecidos, los vampiros, los duendes. Buscábamos tesoros y matábamos insectos con un lente de aumento. Lo único que conocíamos eran las películas de terror, de Drácula y las de Tin Tan, Cantinflas e ir al cine era una vez al mes y eso si era una matinal con una película de dibujos animados.

No perdíamos el tiempo mirando horas de horas la televisión o con un playstation, embrujados, hipnotizados, ni menos pues la computadora, quemándonos el cerebro con esos jueguitos de hoy en día. Teníamos imaginación, nos inventábamos juegos. Coronábamos reinas de la primavera, escogíamos a las princesas, a las damas de honor, hacíamos competencias, adivinanzas.

Hace poco me enteré con sorpresa que para salir bachiller uno tiene que tener todos los memory sticks habidos y por haber, que será eso no tengo idea, pero yo me gradúe de colegio sin nada de esos artefactos, copiando las lecciones, en borrador, sacándolas en limpio y repitiendo y dando exámenes con el sudor de mi frente. Ahora mientras escribo esta nota quiero escuchar la voz del Premio Nobel Gabriel García Márquez cuando dijo “uno comienza a aprender cuando termina la secundaria” ¡así mismo es!

Sin replicar ni contestar a nuestros padres asistíamos a todas la procesiones de los santos, vestidas de angelitos y cantando, muchas veces tirando flores por las calles desde nuestras canastitas... Ay Señor!! Los que estábamos en colegios católicos teníamos que implorar a Dios en los “Retiros Espirituales” que nos mande una señal para encontrar nuestra vocación, es de suponer que todas nuestras abuelas querían que seamos curas o monjas, yo misma cuantas veces creí escuchar una voz que me decía que tenia que entregar mi vida y casarme con Cristo, pero eso fue un instinto de una semana nada mas, felizmente!

Por otra parte, cuando había un lesionado en un partido de fútbol o una pelea a greñazos, era cuestión que se solucionaba con un buen ungüento, una lamida en la raspadura, una curita o un torniquete. Nadie llamaba a la policía ni al 911 para pedir una orden de restricción ni a levantar cargos.

Pasábamos horas construyendo carritos de carreras de madera, de materiales encontrados por ahí, en las mecánicas. Corrían bien, eran bólidos en las bajadas especialmente, después sin frenos, llegaba el consabido “challpazo” pero nadie fue a para al hospital por eso.

Como nos encontraban nuestras madres cuando desapreciamos o al final de un partido de fútbol, o de un desfile que terminaba al otro lado de la ciudad, no me lo explico, si nos perdíamos llamábamos del teléfono publico y alguien nos socorría eventualmente. Muchas veces teníamos que caminar hasta nuestras casas, felizmente en nuestros pagos donde todos nos conocen y son caras familiares, tíos, o primos alguna vez nos socorrieron.

No había televisión, ni celulares, el text messaging era de marcianos, por eso leíamos, recuerdo con tanto amor el Billiken, el Peneca, Ilustraciones Infantiles, las revistas que fueron nuestras compañeras, en tardes de lluvia. Tanta información, la vida de los “hombres ilustres” de los santos, “Vidas Ejemplares” entre muchas mas y las de dibujos animados, Gasparin, Superman, Archie, La Pequeña Lulu, Pildorita, como coleccionábamos esas revistas.

Los niños de hoy siempre están inconformes, quieren todos los juguetes habidos y por haber: armas interplanetarias, Barbies que ganan concursos de belleza, que tienen amiguitas y enamorados, los Nintendos, Playstations, X Boxes, video Games y cientos de canales de televisión, no los satisfacen, son monstruos aburridos que comen y engordan, siempre están enojados.

Nosotros los de las generación del 50 al 80 siempre “teníamos algo que hacer” volábamos papalotes, voladores, jugábamos a las muñecas, a las comadres, a las visitas, nos vestíamos con la ropa de mamça, contábamos cuentos, recitábamos, cantábamos, jamás fuimos al psicólogo ni menos nuestros “padres se divorciaron por nuestra culpa”!

Comimos gusanos, tordas de lodo, nos caímos de los árboles, nos bañábamos en las piscinas municipales sin que las aguas hayan pasado por la inspección de la municipalidad, a muchos nos llevo la corriente de un río. Tuvimos hambre, vimos “Los Diez Mandamientos” como si hubiera sido algo sublime, en las vacaciones íbamos a las fincas y montábamos en burro, buscamos restos de chullpas en los cementerios de los pueblos. A muchos nos dieron palizas de antología, pero hemos sobrevivido y somos una de las generaciones que mas ha contribuido a la humanidad.

Pues bien si esta nota te recuerda en algo a tu juventud o la de tus padres que se vistieron de colores sicodélicos y trataron de cambiar el mundo, hicieron huelgas de hambre luchando por la injusticia, si tu madre te contó que alguna vez quemo sus sostenes en busca de igualdad femenina, si tu papá usaba esas corbatas tamaño alfombra y tenia el pelo mas largo que el de tu mamá, y si has sentido alguna vez olor a incienso en tu casa. Pues déjame decirte que has vivido y tienes mucho de que hablar, por que esos viejos de esos tiempos han sido unos tipazos que cambiaron el mundo, inclusive si han estado en alguna cárcel, purgando por alguna causa perdida.

Si te parece que este articulo ha tocado tu vida o la de tu hijo, trata de convencerte que has pasado por este mundo y has dejado huella, no eres un burócrata mas que mira el periódico y escucha las noticias y maldice la vida. Nosotros hemos tenido experiencias, hemos vivido nosotros los de la “tercera edad” esos que comimos lombrices, que nos caímos en el barranco, los que leímos a Sartre y a Simone de Bouvoir, que gritamos cuando el hombre piso la luna, que lloramos y fuimos a misa el día que murió John Kennedy y caímos al suelo cuando lo mataron a John Lennon, los que cantamos zambas desesperados... ¡esos mismos!

Isabel Velasco

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3 comentarios:

  1. Muy buena tu página. Bienvenida al mundo de los blogueros.
    Reynaldo

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  2. Hum! pues!Hay mucho q ue decir al respecto. Algunas cosas siempre se habrán practicado...solo que no salían a relucir por falta de tv - crónica roja.

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  3. Excelente!!! leer este blog me ha hecho suspirar y revivir nostalgias del ayer, felicidades!!!.
    Amalia

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