11 de noviembre de 2009

UN “GRINGO” A TODO DAR! EN LOS CIELOS DE LA PAZ!


El domingo pasado tuve la suerte de ver la película “Amelia” una perfecta historia de la vida de la primera mujer que cruzó el Atlántico en un avión. Amelia Earhart cuantas historias escuché de ella cuando era una niña, mi papá quería que yo sea así de valiente. No lo soy… pero si soy buena para contarles los muchos recuerdos que un día a cualquier hora me los contaron a mí.

Dicen que eran las cinco y media de una deslumbrante tarde, llena de sol y luz el 17 de Abril de 1928, en La Paz, cuando la población fue sorprendida con un espectáculo sensacional: vio surcar por cielo paceño un “aeroplano” el cual cuando nadie lo esperaba apareció por la “Ceja de El Alto”, remontándose en majestuoso vuelo hacia el centro de la ciudad por la Plaza Murillo, El Prado y Sopocachi, torciendo al sudeste por Obrajes y perdiéndose luego en el horizonte, hasta ya donde no alcanzaba la vista.

La gente que había visto el aeroplano, aun incrédula no salía de su estupor, pensaban que todo había sido un sueño...Pero apareció nuevamente el hermoso artefacto por la zona central donde ejecutó arriesgadas pruebas de acrobacia aérea…ya ascendiendo a gran altura para luego bajar a toda velocidad en espiral. Los gritos espantados de la gente que corría gritando y en estampida era un escenario de locos, algunos se tapaban los ojos, otros vociferaban “se challpa...se challpa”...mas el aparato a punto de tocar tierra se volvía a elevar!

Dando tres volteretas y ejecutando como decían los paceños unos “looping the loops” perfectos ante toda la población quienes “lelos y boquiabiertos” con los ojos saltados de asombro y el gesto deslumbrante de pasmo miraban esta fantasmagórica aparición en “Chuquiago Marka”

Dicen que durante esto, los paceños salieron disparados y alborotados hacia las calles, no quedó un alma en las oficinas, tiendas, almacenes, fábricas y talleres, la gente correteaba de una a otra parte para ver mejor ese espectáculo tan extraordinario. Las ventanas y balcones, las azoteas y terrazas estaban llenas de personas quienes torcían el pescuezo de un lado a otro para ver mejor las idas y venidas del “Aeroplano” el cual surcaba los cielos manteniéndose en el aire cual libélula con sus alas plateadas y transparentes al reflejo de la luz del sol, en una demostración maravillosa.

A las ocho de esa noche, el pueblo lleno de gozo se arremolinó en las calles, plazas y avenidas, en todo el trayecto de la bajada del Alto, Cementerio, Garita de Lima, Coskochaka, América, Alonso de Mendoza, Evaristo Valle, Pérez Velasco, la Comercio, para recibir y felicitar al galante aviador, a su señora y al mecánico. Después de tributarles apoteósica bienvenida se los condujo en hombros hasta la Plaza Murillo, en una masiva y colosal manifestación de gratitud, reconocimiento y admiración.

La “muchedumbre” era tal, que no cabía en las calles ni siquiera un alfiler, toda La Comercio estaba atestada de pared a pared, muchas ventanas se rompieron, la gente apretujada. Dice que en la Plaza Murillo oleajes humanos causaron muchos contusos, asfixiados y heridos, se perdieron cantidad de zapatos y mucha gente fue llevada a la Asistencia Pública por sofocación y costillas rotas.

Se comenta que en ese entonces ciertas autoridades, tanto militares como civiles, se oponían tenazmente a una aventura de aviones, sosteniendo la inutilidad de los riesgos de la aviación en las alturas altiplánicas. Debido también al hecho que muchos otros aviadores no habían logrado ni siquiera elevarse a cuatro metros de altura en aparatos faltos de capacidad.

No olvidan los “recuerdos” a un personaje de película medio “Pardal” y medio chiflado, el “Babichi” trotamundos Andrés Tomsich, este inquieto, osado y aventurero construyó un avión con motor de un viejo automóvil, las alas de madera y tela, el aparato funcionaba a nafta y tenía un ruido infernal; vestido con un saco de cuero y un gorro del mismo material; enormes lentes protectores, congregó mucho público para la demostración de su vuelo en la planicie de El Alto, después de encender sus motores logro elevarse hasta 10 mts. de altura volando durante unos cuantos minutos ante la delicia y gozo del gentío que allí se había reunido; lamentablemente termino estrellándose estrepitosamente, siendo salvado por una multitud de gualaychos que lo habían seguido durante todo su trayecto.

El Gobierno de ese entonces cuyo presidente era don José Gutiérrez Guerra tuvo el honor de marcar el paso gigantesco de la aviación para la patria. Don Julio Zamora, ministro de estado en ese entonces, fue enviado a Estados Unidos a estudiar la fase inicial de la compra de un avión y la contratación de un aviador, la gestión culmino con éxito y se adquirió en la casa americana “Curtis” un triplano dotado de un motor “WASP” con capacidad de cuatrocientos caballos de fuerza, de doce cilindros, seis por lado.

El aviador Donald Hudson fue contratado, este junto a su mecánico, en un vuelo que puede ser llamado como “precursor” señalaron desde el aire el progreso infinito de la aviación nacional. Llegada la maquina y el aviador a Bolivia, se procedió a la construcción de un hangar y la Pista en el Alto de La Paz, bajo las instrucciones del aviador y del Ing. Militar Heredia Villareal.

Así fue que el primer avión hizo el magnífico vuelo ese sábado 17 de Abril, era un triplano “Curtis” piloteado por el yanqui Donald Hudson, quien con coraje y hombría hizo delirar de emoción al pueblo boliviano.

Desde las ventanas del Circulo Militar, las autoridades del gobierno presentaron ante el pueblo al aviador, quien recibió la ovación multitudinaria y entusiasta de toda la población allí reunida. Esta noche la paceñidad contenta se dio cita en todos los barrios de la ciudad para festejar esa fiesta de gloria, en improvisadas verbenas populares.

Al iniciarse la guerra europea la aviación militar había alcanzado inesperados y rápidos progresos. De ahí que, en vista de la importancia decisiva que iba adquiriendo esta arma en la guerra moderna, como elemento ofensivo y eficaz medio de exploración y observación, los gobiernos de todos los países se vieron obligados a dedicar preferente atención a este poderoso auxiliar que fue calificado como “LA CUARTA ARMA”.

Fue entonces que nuestro gobierno mandos becados a los gallardos oficiales José Rafael Alarcón Vidangos, Horacio Vásquez y René Parejas, a la Escuela de Aviación de “El Palomar” de Buenos Aires. Después de haber concluido exitosamente sus estudios volvieron los aviadores.

El Capitán José Rafael Alarcón emprendió su primer vuelo en la mañana del 24 de enero de 1917, con el mejor éxito, horas más tarde inicio un segundo vuelo, en el cual el aparato se elevo hasta perderse en el cielo de esa mañana nebulosa y fría. De pronto y ante el espanto de todos los allí congregados para mirarlo, se vio descender el avión vertiginosamente, precipitándose a tierra y arrastrando consigo al valiente aviador hacia una muerte inevitable.

José Rafael Alarcón fue el primer aviador boliviano quien como un “Ícaro” cayo quemado por el sol de un ideal.

Isabel Velasco.

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2 comentarios:

  1. Excelente! Me encanto leer esto! You are quite a writer!

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  2. Realmente que chistosa nota Isabe!... el relato inicial me hizo vivir la época en tonos sepia como de película!
    Tonny

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