29 de octubre de 2014

LA VISITA DE LOS MUERTOS...SU LLEGADA Y DESPEDIDA!


Desde épocas muy remotas noviembre ha sido el mes en el cual se ha rendido culto a los muertos. Coinciden las costumbres prehispánicas con la fiesta cristiana de TODOS SANTOS que los bolivianos celebramos de acuerdo con nuestras tradiciones desde la colonia.

No hace mucho todavía que las “Romerías” al cementerio eran tumultuosas y concurridas, la visita al Panteón era un acto social de cariño y encuentro. Cuentan los paceños que tuvieron la dicha de vivir en una sociedad ordenada, sin apuros y sin miedos...Que...era una costumbre de unión familiar el paseo por el Campo Santo, una mañana linda de flores, recuerdos y plegarias. Caminatas por los callejones de nuestro antiguo Cementerio, la cual incluía una mirada a los nichos de los “conocidos” al Mausoleo de los Notables, los Héroes del Pacifico, los Héroes del Acre, los del Chaco, personajes ilustres, presidentes de la Republica y familias distinguidas quienes se caracterizaban por tener bellos monumentos y mausoleos.

A medida que transcurría el recorrido se aprovechaba para “criticar” o elogiar “ese o aquel nicho” que no estaba bien arreglado, era una buena oportunidad para sacar a relucir las virtudes o defectos del finado y de la familia de este. Nuestras abuelas, que “conocían a todos” miraban con atención las lapidas de sus amigos o conocidos, disfrutando de su paseo con comentarios:

“Pobre Casimiro...ni una flor...ni quien se acuerde de él...tan bueno que era...”
“Etelvina...qué bien arreglada que esta, es que gracias a Dios tiene pues tres hijas..Por que las hijas son de la madre nomas pues!” si es una desgracia no tener hijas mujercitas”

“El Antenor era pues mi conocido, bien arreglado nomas esta...Pero su mujer!! Ya está dándose la gran vida!

Y en fin todo el trayecto pasaba lento durante toda la mañana saludando, critican y felicitando el buen o mal gusto de los deudos para acordarse de sus muertos.

El día de Todos Santos, del antaño paceño era muy importante para toda la sociedad, se veía a la gente llegando al Cementerio muy elegantes, las señoritas un primor, los pijes bien arreglados y perfumados.

Era costumbre que la madre de familia acudiera al Cementerio acompañada por su escolta de imillas y “tatas pontos” dos días antes de la fiesta para limpiar los nichos, pintar y bruñir las rejas, dejando la tumba bien arreglada a fin de que luzca perfecta el día del paseo general y así evitar las duras criticas de las amistades.

La nota de color y sabor muy criollo la daban las cholitas de antaño, que para ese día preparaban sus mejores galas y las golosinas que tradicionalmente se cocinas para los santos difuntos, en grandes canastas y balayes llevaban las “Thanthaguaguas, caballoguaguas, tortas tenidas con vistosos rosado añil, bizcochuelos, suspiros, plantillas, panales y varios comestibles, como el caldo de arroz con perejil, arveja guaykani, chicha morada y otros aguardientes y piscos Ormachea, mas terroríficos que los “misiles” de hoy en día, vinos blancos y tintos, los cuales eran servidos sobre la tumba del difunto en el mismo suelo del enterratorio “so” pretexto de hacer rezar por el alma del fulano o del zutano o sino también por el “angelito”.

Cientos de pobres mendigantes se sacaban el vientre del mal año sentado mascullando o tatareando rezos en mal latín y en peor castellano, para ganarse varios platos de distintas comidas que eran reunidas todas y vaciadas en un solo deposito de lata, donde mezclaban un extraordinario “puchero” de esta cosecha culinaria. Igualmente los gualaychos rezadores hacían su “agosto” juntando en saquillos cantidades de masitas y galletas surtidas horneadas y crudas.

Los curitas y frailes se embolsillaban miles y miles de pesos, a mas de recibir cerdos, corderos, gallinas y víveres por los responsos que rezaban. Unos cantados que valían el doble, pues eran en latín! Y los rezados sencillos chapurreados en una mezcla de castellano, aymara y latín que solo ellos podían comprender.

Existían también los responsos mucho más baratos, los que oficiaban legos y sacristanes, a quienes el pueblo no les daba mucha importancia porque no hacían valer la autoridad de los “murullockallas” como así los llamaban, creyendo que los pobres por no ser sacerdotes y tener el cabello totalmente rapado, no tenían la suficiente facultad de ser los intérpretes de las gentes de este mundo con las almas benditas del otro.

Por otra parte, en las casas de las familias tradicionales y aun en los hogares humildes se preparaba la gente para el Día de Todos Santos con anticipación.
Primeramente se disponía de un lugar en el salón principal, para el arreglo del “altar” sobre una mesa cubierta de un mantel o velo negro. Los ricos de ese entonces sacaban a relucir las “mantillas españoles” de la abuela difunta. Al centro se colocaba un “crucifijo” rodeado por los retratos de los familiares fallecidos, floreros con rematas primordialmente, un recipiente de agua bendita y a cada lado una vela encendida. A las doce del mediodía del Primero de Noviembre se encendían las velas para recibir a las almas que, según la creencia, bajan para retornar usualmente al día siguiente Día de los Santos Difuntos, a su mansión celestial..a las doce de la mañana.

Para este efecto era costumbre presentar en la mesa una gran charola de las masitas de Todos Santos: Alfajores, roscas, maicillos, merengues, empanadas y el infaltable “bizcochuelo” cocinado en papel sabana con cuatro pajas a los cuatro lados, además de otros manjares dispuestos para esa ocasión con el fin de servir el plato favorito del difundo que había venido para disfrutar de sus antojos, el pariente recién muerto era el más agasajado en la ocasión, se le presentaba su “Picante Surtido” o su “Ají de Patas” que le encantaba con su “cervecita” sus locotos bien picantes ..Por lo cual el finado se daba la comilona en su casa terrestre como si lo hubiera hecho estando vivo y después con “la barriga llena y el corazón contento” retornaba a su nueva residencia, hasta el año que viene.

La gente de la ciudad aprovechaba de esta fiesta para reunir a la familia alrededor del recuerdo de los seres queridos que habían dejado este mundo, se oficiaban misas y responsos, se asistía al cementerio durante los dos días, se rezaba en las casas y también se recibían ofrendas de los amigos que llegaban de todos los puntos de la ciudad; por las innumerables callecitas se podía ver desfilar empleadas, sirvientas llevando con mucho cuidado sendas bandejas cubiertas con tapetes tejidos con finos hilos al crochet, conteniendo las masitas tradicionales y una jarra de “chicha morada”.

Este ajetreo se realizaba durante los dos días y por este obsequio las personas agasajadas estaban en la obligación de rezar un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria por el alma de cada uno de los deudos, cuyos nombres constaban en la nomina escrita que iba adjunto al envió recibido. O en su defecto el mensaje de la portadora “Dice la Señora que se lo rece por el alma de su tío el difunto.”

Esta bonita costumbre se ha perdido definitivamente entre la gente de la ciudad pero aún perdura entre las familias de los pueblos y los campesinos que se aferran a las prácticas de su pasado.

Las ferias en los pueblos y el Altiplano expenden todo lo necesario para agasajar a las almas, asimismo para adornar sus tumbas, con galardones de flores, serpentinas y mucha mixtura, panes con formas humanas y también de animales, el más popular el caballo, cañas de azúcar “para que el difunto tome agua” cuando baje del cielo y coma sus platos preferidos. Es muy hermoso y lo he visto en mi niñez como los campesinos rezan toda la noche..Reciben al muerto….lo agasajan le hacen pasar una buena noche en su “casa” y hasta le ofrecen unos “whislulos” tocan las quenas y las zampoñas, suenas los tambores en la pampa eterna convirtiendo esa noche de visita de las almas en una celebración alegre, bien pasada y hasta bailada.

Isabel Velasco.

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2 comentarios:

  1. Estimada Isabel, muchas gracias por la reseña y por transportarnos en tiempo a lo que eran costumbres con un encanto religioso a los difuntos, claro que la bebida no podía estar ausente, a los santos, que descansen en paz al resto lo que se están perdiendo.

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  2. Estimada Isabel, muchas gracias por la reseña y por transportarnos en tiempo a lo que eran costumbres con un encanto religioso a los difuntos, claro que la bebida no podía estar ausente, a los santos, que descansen en paz al resto lo que se están perdiendo.

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