Eran las
cinco y media de la deslumbrante tarde, llena de sol y de luz del sábado 17 de
abril de 1920, cuando la población fue maravillosamente sorprendida con un
espectáculo sensacional, al ver surcar por el límpido cielo paceño un aeroplano
que, cuando menos se pensaba, apareció por la Ceja de El Alto, remontándose en
majestuoso vuelo hacia el centro de la ciudad, por la plaza Murillo, El Prado y
Sopocachi, torciendo al sudeste por Obrajes y perdiéndose luego en el
horizonte, hasta donde no alcanzaba la vista.
La gente
que había visto el aeroplano, aún incrédula no salía de su estúpor, pensaba que
todo había sido un sueño, cuando como para determinar que el hecho era real, apareció
nuevamente el hermoso artefacto por la zona central, donde hizo arriesgadas
pruebas de acrobacia área. Descendió a gran altura para luego bajar a toda
velocidad en espiral, ante los gritos espantados del azorado público, preparado
para una inevitable caída sin remedio. Unos se tapaban los ojos, otros gritaban
¡se challpa! Y de pronto el aparato a punto de tocar tierra, nuevamente se
volvía a elevar, dando volteretas y ejecutando perfectos “looping the loops”
que todos miraban lelos y boquiabiertos, con los ojos saltados de asombro en el
azulado firmamento de Chuquiago Marka.
Todos los
paceños salieron disparados y alborotados hacia las calles, no quedó uno en las
oficinas, tiendas, almacenes, fábricas y talleres; la gente correteaba de una a
otra parte para ver mejor ese espectáculo tan extraordinario. Las ventanas y
balcones, las azoteas y terrazas estaban llenas de personas que torcían el
cuello de un lado a otro para ver mejor las idas y venidas del aeroplano, el
cual surcaba los cielos manteniéndose en el aire, cual libélula con sus alas
plateadas y transparentes al reflejo de la luz del sol en una demostración
maravillosa.
El
Gobierno de ese entonces, cuyo presidente era don José Gutiérrez Guerra, tuvo
el honor de marcar el paso gigantesco de la aviación para la Patria. Don Julio
Zamora, Ministro de Estado de ese entonces, fue enviado a Estados Unidos a
estudiar la fase inicial de la compra de un avión y la contratación de un
aviador, más un copiloto. La gestión culminó con éxito y se adquirió en la casa
americana Curtis un triplano dotado de un motor “Wasp”, con capacidad de 400
caballos de fuerza, de 12 cilindros, seis por lado.
El
aviador Donald Hudson fue contratado junto a su mecánico Robert Albough y ellos
fueron los que señalaron desde el aire el progreso infinito de la aviación
nacional. Llegada la máquina, aviador y copiloto a Bolivia, se procedió a la
construcción de un hangar y la pista en El Alto de La Paz, bajo las
instrucciones del Ing. Militar Heredia Villarroel.
Así fue
como el primer avión hizo el magnífico vuelo ese sábado 17 de abril, haciendo
delirar de emoción al pueblo paceño.
A las
ocho de la noche, el pueblo lleno de gozo se arremolinó en las calles, plazas y
avenidas, en todo el trayecto de la bajada de El Alto, Cementerio, Garita de
Lima, Coskochaka, América, Evaristo Valle, Pérez Velasco hasta la Comercio para
recibir y felicitar al galante aviador y a su copiloto. Después de tributarles
apoteósica bienvenida se los condujo en hombros hasta la plaza Murillo en una
masiva y colosal manifestación de gratitud y admiración. La muchedumbre era tal
que no cabía ni siquiera en las calles un alfiler, toda la Comercio estaba
atestada de pared a pared, muchas ventanas se rompieron, la gente apretujaba.
En la plaza Murillo oleadas humanas causaron muchos contusos, asfixiados y
heridos, se perdió cantidades de zapatos y muchos fueron llevados a la
Asistencia Pública por sofocación.
Era
natural y lógico el entusiasmo popular ante un espectáculo maravilloso y un
hecho tan singular, una nueva era se abría para el progreso nacional, cuando en
ese entonces ciertas autoridades, militares y civiles se oponían tenazmente a
la aventura del vuelo de aviones, sosteniendo la inutilidad de los riesgos de
la aviación en las alturas altiplánicas. Se comentaba con prodigalidad sobre
los antecedentes y tentativas que hicieron aviadores que de tales nada tenían.
Muchos
“aviadores” de ese entonces no habían ni siquiera podido elevarse a cuatro
metros, pero eso sí se hicieron la “América” con las contribuciones del
comercio, la industria, la municipalidad y el pueblo, el cual entusiasta y
ávido de ver volar un aeroplano, colaboró con sus donaciones y muy crédulo se
congregó en el Alto, como en el caso de los chilenos, los hermanos Rapini,
tristemente llamados después de varios intentos los hermanos Rapiña, luego de
sus inútiles hazañas.
Isabel
Velasco
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ResponderEliminarEl nombre del mecánico estructurista era Robert O. Albaugh, que era sargento y camarada de Hudson y el motorista era William Birren. En Bolivia hubieron vuelos reales de más de 4 metros, documentados y registrados, lastimósamente no avalados por no haberse realizado en la ciudad de La Paz.
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