15 de junio de 2009

EL ARCA DE NOE


Hasta hoy son imborrables los recuerdos que se tienen de aquel lujoso y soberbio comercio paceño de antaño. La Paz, capital económica de Bolivia, siempre sobresalió por tener una excelente variedad de productos en las tiendas y almacenes los cuales no tenían nada que envidiar a los de las grandes capitales de Sudamérica, en especial a los de Buenos Aires, Santiago, Lima o Montevideo.

Esta realidad de esplendor esta viviente en la memoria de muchos hombres y mujeres de antaño que serán quienes recuerden con cariño lo que relato a continuación.

A principios del siglo XX, uno de los establecimientos de abarrotes y mercaderías en general, más grande y surtido que existía en la ciudad, fue el llamado “El Arca de Noé” su propietario D. Néstor G. Aramayo, uno de los más exitosos negociantes, hombre querido y considerado de aquel entonces, simpático, gordito y bonachón, era la estampa de un “ekeko” rubicundo, cariñosamente llamado por sus amigos y clientes “El Pekote Aramayo”.

Este antiguo establecimiento, instalado en 1875, estaba situado en una casa que ocupaba dos pisos, en la esquina de la calle Yanacocha y la Plaza Murillo, números 84, 85, 86,87 y 88. Contaba con un surtido general de mercaderías para caballeros, señoras, señoritas y niños. Objetos de regalo, variedad inmensa de juguetes, tarjetas, álbumes, alumbradores para procesiones, telas, artículos para escritorio, licores y conservas importadas de Europa y Estados Unidos, cigarrillos, habanos, santos de iglesias hechos en Sucre, opúsculos, manuales de Rocambor, fichas, novenas de todos los santos y vírgenes de la Corte Celestial, botines, zapatillas, sombrillas de última moda, antucas, chales, mantillas y mantones traídos exclusivamente desde España.

Polvos de velutina y de arroz, abanicos de seda, nácar, etc.., escobillas y polvos de aseo para los dientes, peinetas para la cabeza, ligas, cuellos y puños para los caballeros, navajas de barba, “gorras de escritorio”; pólvora inglesa, escupideras, cortaplumas de metal y de concha y perla, anteojos para el teatro y el hipódromo, vajillas de porcelana, de loza, arroz, azúcar, condimentos, pinturas….en fin en este almacén se podía encontrar desde bolitas de cristal para los niños, hasta muebles europeos. Eso explica lo significativo de su nombra: “El Arca de Noé”

Cierta vez, allá por el año 1910, ocurrió algo singular que rompió la monotonía de la vida cotidiana de la ciudad.

En medio de las innumerables importaciones, recibió el Señor Aramayo un lote de espejitos y postales parisienses…”requetepornograficas” para esa época, en ellas se lucían hermosas y regordetas “señoritas” semidesnudas, en poses por demás insinuantes…mostrando “algo” pero “algo” de su belleza femenina!

Las postales en blanco y negro mostraban lindas jovenzuelas, elegantemente ataviadas con bellos sombreros alones, coquetas sombrillas…mas ¡horror! No llevaban otra cosa que unos calzones transparentes y el corsé “semi desabrochado” Mostrando por lo tanto una leve línea de sus hermosos y protuberantes bustos. Otra de las fotos, por ejemplo, era la de una jovencita balanceándose en un precioso columpio adornado de flores y tal parecía que la fotografía había sido tomada en el preciso momento en que ella, en el aire, mostraba parte de las piernas emergiendo del nido de tules y encajes que rodeaban su falda.

Otra de las “postales” mostraba una gentil señorita con parte de los hombros escotados y sus faldas volando en el viento, de modo que se podían ver sus muslos cubiertos por “solo” unos calzones transparentes de encajes hasta las rodillas.

Estas damiselas tan encantadoras fueron exhibidas con entusiasmo por el “Pekote Aramayo” en las grandes vitrinas de su tienda como la última novedad llegada desde la “ciudad luz”. El Pekote no imagino por un momento siquiera que estaba al borde de causar el revuelo más grande y sonado en La Paz desde el derrumbe del Illimani.

Esos eran tiempos en que los “pijes paceños” se situaban en las esquinas donde paraba el “tranvía”, solo para ver los tobillos de las bellas señoritas que, delicadamente, se subían un “poquito” las faldas para no tropezarse en las gradas, las fotos postales y espejitos de mujeres “casi kalanchas” hicieron furor entre los caballeros y jóvenes de nuestra ciudad.

Muy pronto el “El Arca de Noé” se vio inundado de señores y señoritos que pugnaban por obtener las novedosas postales. Muchos vidrios rotos le costó el chiste al famoso Aramayo, ya que diariamente la vitrina del almacén se hallaba rodeada de una cantidad de representantes del género masculino, sin que faltasen, haciéndose campo, los gualaychos paceños que eran los que más gozaban con la atracción!

Tampoco faltaron los honorables caballeros que, al pasar por “El Arca de Noé” y al mirar las sugestivas y seductoras figuritas, hacían temblar sus bien engominados mostachos, sin poder reprimir la tentación de comprar una o dos fotos postales o espejitos para mostrarlos en secreto a sus amigos, en las noches de “club” o en la oscuridad de una plaza.

Demás estar decir que las damas de la sociedad paceña, escandalizadas levantaron el grito al cielo, iniciando una ola de críticas y protestas, todas las sociedades católicas de beneficencia e instituciones culturales de señoras se pusieron en emergencia. No faltaron “como siempre” los muchachos estudiantes que, invirtiendo todos sus ahorros, adquirieron una que otra postal, causando el consabido alboroto de los maestros, especialmente de los padres del Colegio San Calixto, quienes por cierto recibieron la noticia como un balde de agua fría, ya que como fundadores de las agrupaciones de “Hijas de María” en todos los colegios católicos de señoritas de la ciudad, fueron receptores de la alarma y quejas de las damas paceñas pertenecientes a estos grupos y fue así que los padres jesuitas iniciaron desde todos los pulpitos de las iglesias de esa época, una campana de predicas en contra del “Pekote Aramayo”.

Fue el Rev. Padre Capitán, uno de los grandes oradores jesuitas de aquel entonces, quien desde el pulpito condeno severamente a todas las personas que se atrevieran a comprar una de esas postales, manifestando que era pecado mortal, asimismo pedía a las autoridades intervengan, para obstaculizar la venta de esos artículos obscenos e indecentes, los cuales corrompían la moral de la juventud. Con predicas incendiarias pedían la excomunión de Aramayo, levantando al vecindario para que vaya a confiscar la mercadería insolente e inclusive quemar “El Arca de Noé”…”recinto del mismísimo diablo”, que había llegado a La Paz para pervertir a los jóvenes y caballeros.

Esta campaña sagrada en contra de las “postales diabólicas”, conto con la aprobación y beneplácito de todas las señoras y pechoños de aquella época, mas contra todo lo previsto por estos “santos guardianes de la moral” “El Arca de Noé” se empezó a llenar con mas y mas clientela, ya que como dice que: “el fruto prohibido..es el más dulce”, al “Pekote Aramayo” le faltaron manos para vender y naturalmente ante tal demanda, subió el precio de la mercadería que se agotaba. El Pekote se hizo rico con las bellas señoritas que vinieron en fotos postales desde Paris, se vendieron por algún tiempo y la fiebre paso….

Muy pronto todo volvió a la normalidad, gracias a las oraciones y rogativas de las señoras tan pudorosas de aquel entonces, en San Agustín, La Merced, San Francisco, la Recoleta y el Montículo.

Menos mal que el Reverendo Padre Capitán y los demás sacerdotes tan preocupados por la moral de nuestro pueblo, ya descansan a la diestra de Dios en el cielo…que dirían ellos si se dieran una vueltita por las calles de La Paz en estos días…seguramente sufrirían un soponcio y se volverían a morir.

“El Arca de Noé’ como todo lo bueno y bello de antaño paso a la historia. Sin embargo perdura en las memorias de la ciudad de La Paz el recuerdo de la bonachona figura del “Pekote Aramayo” detrás de su mostrador, alabando las bondades de su mercadería, vendiendo novedades y todo lo indispensable para la gente tan elegante y moderna de los tiempos de oro de nuestra hermosa ciudad.

Isabel Velasco

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