23 de noviembre de 2009
BOLIVIA PRIMER PAÍS QUE PROTEGE A LOS ANIMALES DE LOS CIRCOS..CON DECRETO Y TODO!
No tengo idea que habrá motivado al Gobierno de Morales dictar el extraño decreto…sin embargo el mismo no tuvo ninguna repercusión porque es bien sabido que a Bolivia no llegan buenos circos, más que uno que otro chileno de vez en cuando.
Mejor es el circo que él mismo está formando en su campaña electoral, pero ...Aparte de estos infortunios, vale la pena, en la ocasión, divertirse un poco y salir de esta monotonía deprimente de las elecciones, a cual más burdas y recordar los tiempos en los cuales los pobladores de La Paz nos sentíamos orgullosos y gozábamos con nuestras paceñidades.
Contaron mis abuelos lo que a ellos también les contaron, porque este cuento no es cuento sino el relato histórico y verídico de un hecho sin par acontecido en nuestra ciudad, en el que un torito paceño, en luchar singular, venció a un león africano cachifollándolo espectacularmente.
A mediado del año 1895 llego a La Paz el “Circo Austriaco”, trayendo consigo un león africano, melenudo de buena estampa y mejor parada, feroz como el solo, quien al mando de su domador, cachazudamente realizaba algunas pirueta que el público aplaudía maravillado.
Los empresarios del circo presentaban a su león como el espécimen de la ferocidad sanguinaria, desafiando vanidosos con la trapacería de que “no había animal alguno sobre la tierra que pudiera cotejar el su valor y su fuerza en un enfrentamiento”!
Con esta paparruchada el circo había recorrido por varias ciudades de toda la Costa del Pacifico, como que en efecto el león no hallaba contendor que se opusiera a semejante desafío. Pero aquí en La Paz, Bolivia el melenudo africano se encontró con la horma de su zapato.
Parecía que el tal desafío no era más que una patraña propagandística, para atraer más público a los gallineros del circo, pero la provocación fue tomada seriamente por los paceños, quienes se sintieron menoscabados en el penacho de su altivez, en particular de los mocitos y jovenzuelos y hasta de los niños, que no cesaron en salir con las suyas para rendir al león en las astas de un torito paceño.
Por entonces se hallaba en construcción el Templo de la Recoleta en Calancha (Avenida América) y para el acarreo de piedras se utilizaba un carrito “Decauville” que recorría sobre rieles desde la chacarilla del Cura Irusta en Challapampa hasta la Recoleta, transportando piedras, adobes y adoquines.
El coche era remolcado por un “torito blanco” de regular alzada, que de tanto subir y bajar trasladando piedras se había hecho muy popular y al mismo tiempo granjeado el cariño y la estima de todos, en especial de los niños del barrio, los cuales se hicieron sus amigos. Este torito tan querido tenía fama de valiente y embestidor cuando lo provocaban, había intervenido una y otra vez en las novilladas de la Plaza de Toros en el Acho de Santa Bárbara y alrededor de su figura y bravura surgió el plan entre la muchachada de Churubamba, de elegirlo y nombrarlo contrincante en la lidia con el feroz león africano, idea que concitó la airada protesta de muchos buenos caballeros, quienes pidieron a las autoridades la prohibición de este encuentro, calificándolo de absurdo y descabellado, ya que ponía en riesgo la suerte del animal.
Sin embargo más pudo la tenacidad y firmeza de la muchachada paceña, que no paro en su determinación hasta conseguir autorización para el espectacular evento. Se organizaron en una gran manifestación frente al Palacio Consistorial, pidiendo a gritos insistentemente luz verde para la lucha del torito con el león. Frente a este hecho y casi locos con la bullangera callejera los concejales alrededor de su Presidente el Dr. Fermín Prudencio, no tuvieron más remedio que acceder a la insólita petición. De los balcones del Municipio se anuncio a voz en cuello la autorización para la pelea del león africano con el torito paceño. Toda la juventud se lleno de gozo y contento vivando la buena nueva y así fue que el torito, de simple trasteador de piedras paso a ser el rival del poderoso Rey de la Selva.
Firmado el contrato con los empresarios del circo, la juventud del Barrio de Churubamba había tomado sus previsiones, comenzaron los preparativos tratando al torito a cuerpo de rey, entre mimos a granel y alfalfa a todo pasto, lo aleccionaron, convenciéndolo con caricias persuasivas que el tendría que salir victorioso del terrible enfrentamiento. Le afilaron los pitones de sus astas, lo bañaron, lo cepillaron. No faltaron las recomendaciones que le susurraban a la oreja: “Tienes que portarte bien! Tienes que ser valiente!!!...Tienes que ganarle al león!!”
Por fin, después de mucha expectativa llego el día del combate. El circo en sus gallineros, lunetas y palcos se hallaba colmado de gente, la aglomeración era tal que no cabía ni un alfiler. El tal Circo Austriaco se había instalado en los solares aledaños entre El Prado y la Plaza Venezuela y allí en todo el redondel de la pista fue debidamente armada una amplia jaula bastante fuerte como para soportar las arremetidas y bríos de los contendores.
A las cuatro de la tarde de ese domingo luminoso para los paceños, en medio de gran expectativa empezó la función, la banda del Circo tocaba con todo arrebato y frenesí…Los empresarios, el sequito de artistas, tonys, payasos y demás mamarrachos dieron una vuelta de popularidad alrededor de la pista, saludando al público con toda efusión, lo cual fue respondido con aclamaciones y aplausos, dando así principio al espectacular encuentro.
Dentro de la jaula se hallaba repantigado el león con las fauces rugientes de hambre y las garras dispuestas a desollar a cualquier contrincante. A una señal del domador quien se hallaba fuera, abrieron una compuerta dando paso para la entrada del torito, al cual lo empujaron con ímpetu. No bien hubo visto el león a tan buena presa, rugiente y al instante se lanzo sobre nuestro torito dándole un tremendo zarpazo. El pobre, a impulsos del dolor cayó al suelo tendido de espaldas en la primera arremetida, ya parecía estar vencido, un grito de sobresalto retumbo dentro del circo! Las mujeres gritaron, unas se desmayaron.
El acto era emocionante, crispo los nervios de los espectadores, atónitos, llenos de espanto se quedaron mudos, pero…de pronto cuando el león se aprestaba a posarse sobre su cuerpo e hincarle los colmillos, de improviso descuidando a su enemigo se paró el valiente torito y con presteza esquivo a la fiera alejándose un tanto de ella, luego tomo impulso y le arremetió en tal forma que una buena cornada le rasgo el paladar rompiéndole un colmillo.
Esto fue suficiente para que el triunfo del torito quedase asegurado. La multitud reacciono del susto que había pasado y arrebatada de entusiasmo gritaba a voz en cuello: “Dale Torito!!...dale!!!...dale!!!...dale duro!!!...Y el animal como si entendiese el pedido de su hinchada, obediente emprendió a cornadas a su rival, el que apenas hacia su defensa echado de espaldas, dando algunos zarpazos que causaron terribles ronchas en el cuerpo del cornúpeto. El león quedo estirado en el sitio con el rabo entre las piernas y mas corrido que una mona.
La multitud deliraba de entusiasmo y los niños locos de contento sacaron al torito de su la jaula, conduciéndolo en triunfo al toril de Santa Bárbara, vivando al campeón con teas en las manos! Cantando el himno paceño por las calles centrales de la ciudad Después de haber curado sus heridas le dieron abundante pasto, proporcionándole mil de cuidados y atenciones en premio a su denodado triunfo.
Gente mala y perversa del circo que nunca falta, en venganza por la pérdida de su bicho, en la noche siguiente a la lidia propinaron al torito una feroz paliza hasta ponerlo en estado agónico, “acto sin nombre y propio de zánganos miserables y de la más baja ralea”, como así comento el periódico “El Comercio de Bolivia”.
A tres días de tan inhumana acción nuestro héroe dejaba de existir, la consternación del pueblo y especialmente del mundo infantil fue terrible, todos lloraron amargamente la pérdida de su torito.
No falto la llocallada y la gualaychada paceña que reacciono violentamente y en gran multitud se dirigió hacia el circo para apedrearlo, desarmarlo e incendiarlo. Tuvo que intervenir la enérgica acción policial de los pacos, rondines y gendarmes, quienes pusieron orden ante esa irreflexiva actitud.
Tan querido fue el Torito que el Consejo Municipal ordeno al químico doctor Domingo Lorini proceda a su disección, para conservarlo vivo en apariencia, exhibiéndolo posteriormente en una sala especial del Museo situado en la calle Loayza, como que así se hizo.
La juventud nunca olvido al héroe que derroto al león africano y por mucho tiempo en sus fiestas, carnavales y pasacalles bailaron entonando con música estas graciosas coplas:
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Un relato verdaderamente entrañable, Isabel. Me ha encantado la historia y cómo la has hilvanado.
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