4 de enero de 2010

¡QUE SEXIS ERAN NUESTROS ABUELOS!


Al contemplar nuestra realidad diaria, comprobamos con pena y nostalgia, cuán lejos no hallamos de lo que antes se llamaba “savoir vivre”, palabras del idioma francés en cuyo significado se aglutinan todas las normas de conducta, tanto sociales como morales, las mismas que regían en el comportamiento de los “hombres de ayer”; reglas de cortesía, cultura, gusto por la música, viajes, la buena mesa y especialmente...el buen vestir. La buena presentación. Algo que en la actualidad no preocupa en absoluto a la mayoría de los mejores representantes del sexo fuerte.

Los “muchachos de antes” si que se sabían vestir, cada uno de ellos, rico o pobre, daba a su atuendo una nota personal de elegancia y compostura digna y señorial.

Es por demás decir que la moda a través de los tiempos, ha sido una de las artes mas seductoras cultivadas por el alma de la mujer, pero no solo ellas se adaptan a sus caprichos, lo cierto es que los hombres son y fueron también sus “esclavos” en toda época..La prueba bien clara la vemos en estos últimos tiempos en que la moda comunista de Cuba ha invadido totalmente y los jóvenes “revolucionarios” de nuestra ciudad andan por las calles barbudos, con largas melenas, luciendo sus camisas con los cuellos al viento y eso hasta en el caso de nuestros dignatarios que se presentan en las Cámaras y en Palacio o en sus ministerios sin corbata y desaliñados.

En épocas de los recuerdos, los jóvenes y caballeros hacían gala de elegancia y exquisito señorío, vistiendo indumentarias apropiadas para todo tipo de reuniones y actos sociales. Qué decir de los universitarios, quienes para asistir a clases usaban terno, corbata, tongo y bastón, el joven universitario era un perfecto “dandi” y los catedráticos que decir! Esos muchachos de antes andaban hechos unos maniquíes y exhalaban aromas de perfumes franceses “Roger & Gallet”, “Atkinsons”, “Lubin” y “Houbignat”.




Usualmente el arreglo diario de un caballero de principios del siglo veinte... comenzaba vistiendo una camiseta importada con mangas largas de fina lanilla inglesa o jersey de lana española, con cuatro botoncitos en el cuello, el calzoncillo largo hasta la canilla, de igual material y calidad y las medias de seda sujetas por un “portaligas” el cual se ajustaba debajo de la rodilla, en ese entonces, no se conocían las medias “stretch” y si ellos no tomaban las precauciones necesarias, como ser el uso de un par de ligas, corrían el riesgo de que sus finas medias se les deslizaran hasta abajo como verdaderos acordeones.

Una vez protegidos de cuerpo entero contra las intemperies, proseguían ataviándose con la camisa cuello marca “Flecha” “Arrow”, esta no tenia cuellos ni puños, ya que estos venían aparte, es decir eran postizos, se compraban en cajas y por docenas en los afamados almacenes “De Notta”, “The Smart”, “La Casa Cóndor”, “Murillo Bros” y otras más. Venían en distintos modelos estaba por ejemplo el estilo “Remsen”, delgado, bien recto y con las puntas puntiagudas, otro era el “Altro” recto alto y redondeado en las puntas y por último el modelo “Biscay” el cual era parecido al “Remsem” con la diferencia de que era un poquito más alto.

Estos accesorios eran un suplico para las amas de casa quienes debían lavarlos personalmente y endurarlos con “Almidón del País”, repasándolos por encima con una capa de “alumbre” para que al planchar les salga brillo de modo que lucían casi acartonados, bien rectos y brillantes; para colocarlos se usaban tibis o colleras especiales.

La camisa se mantenía bien tensa y firme por medio de un botón que se lo sujetaba en el pantalón, el cual según la moda era estrecho para lucir los “gets”. Estos se usaban de acuerdo con la tenida del momento, porque en ese entonces, se acostumbraba mudar la ropa según el compromiso o la ocasión. Generalmente se usaban tres atuendos. Por la mañana el traje con saco corriente o “paleto” en la tarde el “chaquet” para ir a los tribunales, de visita o al “buffet”. Fuera de esta prenda estaba la “levita” y para la noche el “frac” utilizado de “rigor” en las ceremonias oficiales, los bailes, la opera o el teatro, pues aunque parezca un cuento, es esta época habían en La Paz grandes funciones teatrales y de opera con artistas internacionales al igual que en Buenos Aires o cualquiera otra capital de Sudamérica.

Los finísimos casimires importados de Inglaterra que se usaban para la confección de estos ternos, los vendían afamadas tiendas: La Casa Decker, Juan J. Hinojosa. G. Brockman & Cía., La Casa Grande, Le Bon Marche, Notta & Cía., Almacenes Paulsen, Segaline y la afamada Casa Barbato entre las más elegantes.

Estos almacenes contaban con departamentos especializados en sastrería donde confeccionaban los fracs, ternos y levitas a medida. Existían sastres muy conocidos en la ciudad, como el famoso “Venegas” o los de la Sastrería Standart, la Riccio y muchas más, por su importancia serán motivo de comentario en otra oportunidad.

Complementaba el atuendo de un elegante caballero la corbata “moñito “para unos y para otros el “plastrón” de mucho lujo, el cual cubría la parte delantera de la pechera. El uso de este accesorio era estricto, no habría un solo caballero joven o de edad que no usase corbata. Seguidamente encima de la camisa venia la prenda de mayor elegancia, el “chaleco” el cual representaba el “status” de los caballeros de entonces.




Los trajes eran confeccionados en finos paños, muchas veces bordados y en telas de fantasía, con cuello, sin cuello, a cuadritos, a rayas en diferentes tonos a cual más estilizados, armonizando con el color del terno o paleto. Nuestros abuelos usaban con orgullo esta prenda que tenía muchos usos: primero que era el “súmmum” de la elegancia, los protegía del frio, cubría y disimulaba algunas reverendas panzas y servida de fondo para lucir las hermosas cadenas de oro, plata o platino, según la categoría del caballero con leontinas de piedras preciosas, diamantes, esmeraldas o perlas que sujetaban los relojes de “precisión” marca Longines, Roscoff, y Waltham, adorno que guardaban en un costado del chaleco. Sacar el reloj para ver la hora era todo un lujo para ellos y representaba un grato placer, lo hacían lentamente, en forma solemne, apretaban un botoncito en la parte superior, este abría el reloj y muy ceremoniosos miraban la hora y no se sabe por qué…ellos instantáneamente después de mirar la hora, miraban el sol.

El uso del sombrero ni que decir! Era absolutamente de rigor, la moda de ese entonces exigía, el favorito: el tongo en forma de hongo, especialmente fabricado en Italia para las actividades durante el día, el pajizo para los más jóvenes y muy de moda en los días soleados de primavera y verano. La galera negra y reluciente para ocasiones más solemnes y de más etiqueta. La chistera cómoda y práctica para el teatro, bailes y saraos, ya que esta se encogía con un ligero apretón. Este accesorio tan indispensable en el vestir masculino era aprovechado al máximo por los galanes de entonces, pues lo usaban para saludar y cortejar, cada piropo exigía una reverencia y un “ole” con el sombrero simulando un paso de baile. Desde otro punto de vista muy contrario a la galantería, se podría decir que era también una especia de casco o “guardatojo”, ya que los protegía de los temibles “bastonazos” de los enemigos, maridos celosos o de las reyertas callejeras, grescas políticas o sentimentales...

Esta nota da para muchos comentarios más, seguiremos aportando con los recuerdos y con más de la elegancia de estos hombres de antes, quienes en estos momentos deben estar mirando desde el cielo, con sus largas vistas o catalejos ... y muriéndose de la risa al ver a “estas fichitas” con sus indumentarias cantinflescas y zaparrastrosas...al menos ahora que se les dio por uniformarse con jeans rotosos a más no poder, al mero estilo de la China de Mao…sin corbata...Idénticos todos, ni una pizca de personalidad.

Qué tiempos aquellos…eso solo vemos en las películas de época...Sin embargo quien hubiera pensado...Algún día los hombres fueron elegantes!

Isabel Velasco.

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2 comentarios:

  1. Doña Isabel, usted tiene toda la razón, las épocas pasadas eran mejores, la elegancia al vestir era lo máximo. Reuerdo que yo me ponía hasta un pañuelo en el cuello de la camisa para cuidarmela.
    Me hubiese gustado vivir en la época de Simón Bolivar, todos los hombres andaban vestidos de gabardina y su respectivo sombrero. Ahora el Chávez anda de rojo conjuntamente con sus seguidores.
    La felicito por este maravilloso articulo!!!
    Reciba un fuerte abrazo y muchas bendiciones.

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  2. Estoy disfrutando tanto de leer sus artículos!!
    Tiene toda la razón! Nuestros abuelos eran los hombres que muchas deseamos ;))
    Mi abuelo materno era de origen libanés y mi padre digno hijo de Juan de la Cruz Quiroga.
    Ambos con la elegancia y cortesía de aquellos años mozos..
    Donde, para imponer presencia solo bastaba erguir los hombros.
    Un abrazo sincero

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