Dicen que allá por el año
1703 en la plaza de la iglesia de San Francisco desde 1555 cuando don Juan
Ramón ejercía el cargo de Corregidor de la Ciudad de Nuestra Señora de La Paz
se estableció el Tambo de Harinas primera casa de venta de maíz trigo quinua y
cebada. En esta gran casona de varios patios se alojaban comerciantes criollos
llegados del altiplano, especialmente de Copacabana, chapetones hidalgos,
infinidad de aventureros llegados del Cuzco y Arequipa y forasteros de mala
reputación.
Durante el día los enormes
y amplios patios eran escenario del ruido de los comerciantes que vendían sus
productos, los pesaban y regateaban en el más grande laberinto producido por
negociantes y bestias que resoplaban y vociferaban al mismo tiempo. En medio de
ese maremagno de gente de toda clase, indígenas, mulas y caballos existía como
un oasis de paz y serenidad un zaguán donde se encontraba empotrada la Virgen
de Remedios quien había sido patrona del lugar desde tiempos inmemorables, sin
que nadie recordase quien allí la había puesto. Por la noche en una increíble
metamorfosis este centro comercial se convertía en un sórdido garito de juego
famoso por los personajes que lo frecuentaban, aventureros licenciosos tahúres
de mala fama tipos de baja calaña mariposas nocturnas delincuentes y convictos
que aprovechaban las sombras de la noche para jugar sus últimos centavos,
robarse mutuamente en las mesas de juego de esa casona destartalada y luego de
tanto correr ir a dormir una buena noche con una de las prostitutas que allí se
ofrecían.
Uno de los más asiduos
concurrentes de ese antro era un tipo de mala estampa mafioso y pendenciero
llamado Pizarro Cañizares, criollo natural de Copacabana, quien diariamente
trabajaba lavando oro en el rio Orchojahuira
de ahí al atardecer se dirigía ávido de lanzar los dados y armar una que
otra trifulca al Tambo de las Harinas, donde era conocido y temido por
todos. Así jugador, buscapleitos y
camorrero como era jamás se olvidaba de pasar delante de la virgen para decirle
una oración, prenderle una velita de cebo y pedirle implorando ayuda antes de
emprender una partida para jugar con buenos resultados. La bella efigie de la
dulce virgen parecía comprender las
debilidades de su devoto y lo miraba con el mismo amor que una madre contempla
a su hijo descarriado.
Mas sucedió que una noche
de junio de ese año Pizarro Cañizares se hallaba en una noche de mala yeta pues
la suerte parecía estar en su contra, el azar lo había abandonado por completo,
durante toda la jornada la mala racha lo siguió sin descanso y vio cómo su
bolsa de pepitas de oro mermaba. Finalmente vio como desapareció su bolsa del
rico mineral reunido por el para esta suprema batalla por lo que experimento un
vértigo y creyó que iba a caer. Con la cabeza aturdida y las piernas débiles
por los tragos ingeridos fue a echarse sobre un banco de cuero que rodeaba una
de las paredes del garito durante algunos minutos miro vagamente el gazapón
clandestino donde había malgastado los más hermosos años de su juventud
reconoció las cabezas descompuestas de los jugadores, escuchando el ligero frotamiento del oro
sobre los tapetes y el ruido tormentoso de los dados que rodaban y pensó que
estaba arruinado y perdido. Con esa
angustia que invade a los jugadores se paró para conseguir dinero de donde sea,
pues la noche era larga y todavía se podía recuperar, entonces atino solo en
salir. Paso por el zaguán donde se
encontraba la Virgen de los Remedios y al verse frente a ella descargo toda su
cólera ante la Santa Madre, profiriendo insultos y reproches, Exasperado y
borracho saco un puñal del cinto diciendo “Y yo que te rezaba para que me
ayudaras, te encendía una vela cada noche y tú me pagas así! Toma! Y
furiosamente asesto certera puñalada en el rostro santísimo produciendo una
enorme herida que empezó a sangrar abundantemente. No contento y con las
chavetas totalmente descontroladas se abalanzo sobre el Nino Jesús que reposaba
en los brazos maternales de la Virgen con la misma intención, pero ella en
defensa de su niño levanto la mano y recibió la herida. Al ver esto el maldito
Cañizares quedo tieso del susto. Se había producido un milagro! El no alcanzaba
a comprender preso de la furia y borrachera que lo dominaban.
Los vecinos al oír las
blasfemias, insultos de Pizarro vieron el milagro en todas sus facetas azorados
y perplejos mustios de emoción gritaron Milagro! Precipitándose en estampida
hacia el templo de San Francisco cercano al tambo, informaron sobre todo lo
acontecido al Prior del Convento quien corrió hacia el lugar y vio con sus
propios ojos como la virgen de los Remedio sangraba de la mejilla y de la mano,
mostrando profundas heridas de puñal.
Mientras todo esto sucedía
no muy lejos en la portería del Hospital de Mujeres sorprendió a esas horas de
la noche la presencia de una hermosa señora que portaba un niño en los brazos,
pidiendo atención medica de una herida en la mejilla y otra en la mano derecha
que le sangraban abundantemente. Como
las heridas eran de consideración el medico de turno insistió en que la dama
recibiera un tratamiento y le pidió que ingresara en el establecimiento
cediéndola una covacha separada después que fue curada, entro en ella corriendo
las cortinas y pareció que se hubiera acostado. En esos precisos momentos en el
Tambo según los frailes franciscanos la cosa no tenía explicación se acaba de
producir un portento más en los anales piadosos de la ciudad de La Paz, la
noticia corrió como reguero de pólvora y los curas Juandedianos no tardaron en
presentarse al lugar de los hechos con intención de llevarse al templo de San
Juan de Dios la efigie de la Virgen ya que ellos eran los frailes hospitalarios
cuya patrona era la Virgen de los remedios provocando así una división de
criterios entre los curas que duró varias horas. La disputa entre unos y otros
provoco la intervención del vecindario que se oponía a que la Virgen sea movida
de su sitio intervino entonces la autoridad diocesana la cual resolvió
conducirla al templo de San Francisco por ser el más cercano.
Al día siguiente muy
temprano el portero del hospital que había estado toda la noche de guardia frente a la puerta fue a la covacha
de la enferma y no la encontró a pesar de que nadie había salido del
establecimiento.
Averiguadas las cosas
resultaba que se trataba de un milagro patente de la Virgen, los padres
pudieron comprobar que la efigie se hallaba en su lugar y con las heridas
curadas y en plena cicatrización.
De esta forma
inmediatamente se confirmó el portento y con participación de la autoridad
eclesiástica se hicieron los preparativos para que la efigie sea solemnemente
llevada hacia el templo de San Francisco mas cuando ellos empezaron su trabajo
para desprender el pedazo de muro donde se hallaba la Virgen vanos fueron sus
esfuerzos cansados abandonados por las fuerzas veían con desolación que el muro
no cedía dando más bien la impresión de que se fortalecía.
Correspondió entonces la
intervención de los padres hospitalarios que pidieron probar también y cuando
ellos lo hicieron la imagen no opuso la menor resistencia. Liviana como una
luma se dejó llevar en solemne y triunfal procesión al Templo de San Juan de
Dios, donde hoy se la puede contemplar en el Altar Mayor de esa colonial
iglesia.
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