13 de marzo de 2009
EL MERCADO DE MI BARRIO
Paso a paso lentamente se desliza la hilera de compradores en el “supermercado”, vamos pagando, un vendedor sin mirarnos espera impaciente...Pasamos la tarjeta de crédito, decimos automáticamente “gracias” y el nos contesta “que tenga buen día”
Sacamos nuestras bolsas y nuevamente a la carretera, ya nos hemos vuelto autómatas, computarizados, sin duda alguien nos está observando. No nos importa. Vivimos en la neblina del tiempo, ya ni siquiera sabemos nuestra identidad...Tenemos un número por supuesto, nuestros nombres han variado, somos una piedra mas en el camino.
En las noches plagadas de nostalgias, como recuerdo en la distancia el mercado de mi pueblo! Ese mercadito rustico, en el cual se camina, inclusive sobre piedras, luchando con la multitud. No tiene maquinas sofisticadas, ni balanzas de precisión, se usa en muchos casos la arroba, en otras el sentido común, se usan los términos: “cuánto cuesta”… “muy caro”...”llévate pues” “te rebajo”, “cómprame” “te vas a arrepentir”. Se conversa, se llega a un acuerdo.
Qué lugar tan nuestro, cálido, diferente, como comenzó, es imposible establecer, siempre estuvo allí y es eterno, su fisonomía no varía nada, es tan típico. Lo pienso igualito, no ha cambiado nada, es el mismo, sigue allí como la ciudad de siglos. Me viene el recuerdo de como, hace miles de años, mi mama me llevaba de la mano y yo me perdía entre la multitud, los costales de arrobas de papas, cientos de clases, de todos los colores y tamaños, negras, blancas, rosadas, pecosas, sin contar las tuntas y chunos de mi país natal, las enormes yucas, vegetales, hortalizas, talegas de frutas, productos llegados de muy lejos, o de muy cerca.
Caseritas amables con naranjas en la mano, ofreciendo a gritos en competencia divinas frutas, duraznos, peras de la estación, otras cortando pedazos para el antojo. Racimos de uvas recién cosechadas, cuyos tallos celebran la dulzura, la miel exquisita, la abundancia de uvas gigantes, verdes, amarillas, rojas, moradas, morenitas, tostadas de los valles, las pasitas de color casi café, con vistosos tonos, que belleza! Las hay de todas partes, de otros departamentos del país, inclusive del extranjero…que maravilla, una competencia de colores, gozo sin igual.
Esas sandias tan coloradas, fresquitas, aromáticas, enormes, incomparable el momento en el cual la casera le hace una cortadura con el cuchillo certero que penetra hasta el corazón...Ahí saca el pedazo, jugoso, que deleite! dulce como el campo amplio y soleado de donde se cosecho. Una belleza! Que decir de las papayas, las piñas, competencia de tamaño y dulzor, a cada cual más grandes, frescas y sabrosas, mejor no hablar de los mangos, gigantes, del valle, del trópico, chiquitos, medianos, larguitos, gorditos, de toda clase, diversidad inmensa. Ni me refiero a las paltas, ni siquiera me quiero acordar.
Gente, mucha gente, de toda clase, con trajes regionales, sombreros multicolores, música, algarabía, gritos de vendedores, besos, abrazos. Todos conocidos, amistades. Como perderse allí, imposible, sus callejones, rincones y esquinas los conocemos de memoria.
A lo lejos se lo divisa, está en muchas calles, sus pintorescos toldos lo delatan, es el “mercado” de la esquina del barrio. Es domingo y han llegado los campesinos con sus productos frescos. Tienden sus mesas, se inicia la oferta y la demanda…que algarabía, el queso fresco, el choclo gigante, con sus motes enormes, blancos, morados, rosados y rojos…estoy delirando...No!
Es en el país de los sueños, ni pensarlo, son los recuerdos de los mercados en nuestros hermosos países. Los que hemos dejado un día por un sueño. Que estábamos pensando….
A través de los años, me he perdido también en otros mercados, esos de pescados y mariscos en Chile, algo grandioso, incomparable, lo estoy viendo a mi padre alzar una ostra del puesto del vendedor, le pone unas gotas de limón y saca de su bolsillo un salerito, y ya está, manjar de dioses, dice él! Se escucha el vocerío de los vendedores, compiten entre ellos, tienen cantos especiales, el alma del chileno es expresiva.
Veo como en un sueño las corvinas, el “congrio” tan exquisito, único de ese país, los locos, erizos, ostiones, que paseo! Las delicias de los mercados en el Perú, esas huancaínas, los anticuchos, el choclo fresco, las maravillas del ceviche, me quiero morir... y qué decir de los rocotos, locotos, el ají amarillo, el colorado y tanta variedad de verduras al alcance de todos los gustos y sabores. En Arequipa la ciudad blanca del Misti, esos mercados, llenos de colorido, tinajas, sombreros del tiempo de los incas. Los tostados de maíz, la chicha, la pasankalla.
Dicen que no hay que morir sin antes haber degustado los camarones del Pacifico en el Ecuador, inmensos, yo me puedo ir tranquila a la tumba. Eso sí que es espectacular. Igual en ese país tan diverso, los cuys tostaditos, que delicia.
Para curar la depresión y los males del alma, dicen que una mujer tiene que ir a Buenos Aires y al mercado, bien temprano en la mañana, para así poder ver, el desfile de los peones de carga quienes sacan los cajones de los vehículos que transportan alimentos desde el puerto. Por qué? Porque son los hombres más bellos del planeta, de solo verlos uno vuelve a nacer. Nada más que eso. Después la muerte, no importa cuán cruel.
De paso una visita al mercado, solo para contemplar esa carne argentina, los chinchulines, las tripas, el chivito. Que delicia!!! Una zamba una chacarera, pañuelos al viento, para que mas.
En Venezuela, esos recuerdos son para escribir un libro, los jugos de frutas exóticas, el tamarindo, el maracuyá, los quesos frescos, las natillas, cremas de toda clase para las arepas sabrosas, esos mercados inmensos donde todos gritan pero se entienden, jamás me olvidare de las langostas, inmensas, gigantes, tan frescas que cuando uno las mira todavía están vivas y se defienden….mas no se libraron de mi apetito y allí es fue donde puedo asegurar que comí las mejores del mundo. Cuanta nostalgia por la hermosa Venezuela. La música festiva del alma llanera, infaltable en esos recintos de antaño que son los mercados maravillosos, en todos ellos no falta la música que aun así que ese país esté pasando la peor de las desgracias…sigue cantando, cantando.
Gracias a Dios todavía existen los mercados, aunque gobernantes, ignorantes, salvajes y criminales quieran cambiar el alma del pueblo. No podrán cambiar su esencia, los amargados, resentidos sociales, analfabetos, corruptos y mafiosos como Evo y sus secuaces, jamás podrán borrar los recuerdos de la gente, solo por que tengan la piel morena o el cabello un poco rubio,caruzo, catire o choco y apellide Cárdenas, Pérez o Gómez, aunque le salga sarpullido y no se pueda rascar…siempre recuerde….siempre Evo Morales, seremos bolivianos y latinoamericanos que estamos pendientes...No esté tan seguro usted aunque su compinches Chávez, Bachelet o Cristina lo lleven de la mano! Y le digan qué nueva barbaridad vaya a decir…. No piense que por que está bajo sus pañales, usted se va a perpetuar en la silla presidencial…Ni lo sueñe!!!!
Isabel Velasco.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Derechos de Autor © 2020
Todo el contenido de este blog es propiedad intelectual de Isabel Velasco - isabelvelasco@hotmail.com
Wow!!!
ResponderEliminarEl final está de lujo!
ResponderEliminar