“Esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad”
Así cantaban los “gualaychos” adoradores mientras recorrían las calles de la ciudad, la cual se preparaba para festejar el nacimiento del Niño Dios.
Navidad, fiesta de amor, nostalgias y recuerdos de memorias cálidas y de hogar. Tradiciones y costumbres que se han perdido poco a poco al paso de los años, reminiscencias de la hermosa Navidad de antaño la cual hoy evocaremos con nostalgia.
La Nochebuena de antes en la ciudad de La Paz, Bolivia, no era una noche de regalos, ni de arbolitos…Menos de un Papá Noel, era una noche exclusivamente dedicada a la adoración del Redentor, Nuestro Señor Jesucristo Rey de los Cielos y de la Tierra!
Cuentan los abuelos que en todos los hogares desde los más humildes hasta los más pudientes, los miembros de la familia se preparaban con anticipación y entusiasmo para el Nacimiento de Jesús. Este gran anhelo de todos se traslucía en el afán de las amas de casa tan hacendosas de antes, para preparar la ropa y el ajuar de la “guagua” quien llegaba al mundo bien vestida de seda y gasa, llena de encajes y adornos, hasta con capa de terciopelo.
Qué decir de su peinado a cual más elaborado, algunos lucían largas cabelleras llenas de rulos, otros sendos canelones o bucles pequeños en la cabecita dorada o trigueña, la que siempre llevaba una corona de filigrana de plata. Para toda familia cristiana era signo de gran amor y devoción, poseer un hermoso niño de cera, uno cuzqueño o bien otro creado gracias al arte del Maestro Frías, de la calle Murillo. Este Niño lindo de ojos enormes y grandes pestañas, siempre reposaba en un bellísimo colchón de seda bordada con sendos almohadones forrados de encaje francés. Una vez colocado en el pesebre, el día de Navidad todos le adoraban y cantaban:
Venid pastorcillos…venid a adorar Al Rey de los cielos ..Que ha nacido ya! Y en lecho de paja…desnudo esta!
Al igual que las madres de antaño, los hijos se afanaban a más no poder. Una vez que habían terminado las clases y comenzado las vacaciones, se iniciaba para ellos la época de Navidad, era de rigor entonces, salir en busca de pequeñas latas de conservas, entre las cuales eran preferidas las de sardinas españolas, estas por ser bajas y amplias, eran muy apropiadas para sembrar semillas de cebada, maíz y trigo, de modo que estas brotasen antes de la Navidad.
Cada niño y niña se dedicaba con esmero al cuidado especial de cada una de las latitas y era un alborozo cuando se las veía verdear. Con ellas se arreglaba el pesebre, que al final lucia cual jardín mullido…para que el Niño retoce “chocho” en su “chiji pampa”...wistiki…wistiki!!
Otra de las actividades que mantenía a los niños de antes “muy ocupados” durante las vacaciones de fin de año era conseguir “tapa coronas” de cerveza, de “soda water” o “champan cola” indispensables para la fabricación de un gran “chulluchullu”.
La confección de este instrumento no era fácil, más bien una osadía digna de mención. Cuentan los “expertos” que el único modo de aplanar impecablemente las tapa coronas era poniéndolas sobre los rieles del tranvía. Para esto nuestros jóvenes de antaño se posesionaban de las aceras por donde pasaba el motorizado, colocaban las tapitas con suficiente espacio entre cada una de ellas y esperaban pacientemente por él.
Dicen que una de las “mañas” para saber de su llegada era acercando el oído a uno de los rieles para sentir la vibración, cuando esta se ponía rugiente... “picaban” los abuelos como alma que lleva el demonio, poniéndose a buen recaudo del feroz “troley” que pasaba raudamente dejando una estela de “platis” bien aplanados, recios para un “chuluchullu” de verdad!
La Navidad era para todos motivo de especial alegría y el anhelo de grandes y chicos era adorar al Niño Dios! Una semana antes del 24 de Diciembre…salían a las calles grupos de “adoradores” vestidos de pastorcitos, llevando sus ovejitas unos en los brazos y otros enroscadas en el cuello, ellos mismos confeccionaban sus instrumentos, tamborcitos, pífanos, organillos, pajarillos y chulluchullus, iban casa por casa bailando y adorando ante los pesebres, cantaban especialmente música potosina y cuzqueña, cuyas tonalidades se enseñorearon de las Navidades de antaño. Estos “gualaychos” escogían para su capitán o guía el famoso “Malilo” escogido entre todos los de “la cuadra” por ser el más vivo y bailarín de todos, el iba disfrazado con una canasta enorme que le cubría todo el cuerpo y tenía un palo transversal que servía de manos. Hacia mil piruetas y todos se paraban para verlo, al mismo tiempo que le cantaban:
“Adónde vas Malilo con tu wiru cayo” “A adorar al Niño..Pum canasta…pum canasta”!
Al decir esto se tiraba al suelo, causando el griterío de todo el público.
Los “adoradores” de antes eran recompensados con unos collares de peras de Río Abajo, ricas por su peculiar tamaño y delicioso sabor “únicas en el mundo”. Estas frutas tan deliciosas de los valles paceños habían sido preparadas en las casas ensartadas en pitas y eran colocadas alrededor del cuello de los cantores...El numero que tenían indicaba el número de casas que habían visitado; las comparsas se organizaban por barrios, siendo las más famosas las de Caja del Agua, Churubamba, la Alameda y San Pedro, la concurrencia de estos “adoradores” era espontanea y sin ninguna otra finalidad que la de adorar al Niño en esa fiesta, es obvio que no buscaban remuneración económica.
Todos cooperaban en el arreglo del pesebre familiar, el padre montaba el armazón gigante donde iban a estar las montanas, infaltable un gran y lindo ILLIMANI, las madres colocaban al Niñito, las abuelas a la Virgen a San José..mientras los padres y abuelos daban las instrucciones para el arreglo de los pastores con sus ovejas, rebaños de animales, todo este procedimiento regido estrictamente a la leyenda más conocida de Navidad, la cual era repetida cada ano en la misma oportunidad con mas dramatismo una y otra vez.
“El gallo viene primero y debe estar en el lugar más alto, pues dice que fue él quien con su poderoso “quiquiriquí” dijo a todos los animales: “KIKIRIQUI CRISTO NACIO”, la vaca y los bueyes al oír tal noticia inmediatamente dijeron: “mu...muuu” “muy bien...muy bien”, la oveja tan entusiasta ahí mismo replico: “va…vaa” “vamos...Vamos que Cristo nació!” el puerco no tuvo otra salida que un despreciativo: “Ooo..Ooo” y no quiso ir, siguieron su caminata y vieron una mula que los acompaño, mas al ver al “Divino Niño” dio una patada y relincho “jiiii” riéndose del Niñito y haciéndole asustar, es por eso que sufrieron terrible castigo, pues desde entonces el cerdo no mira al cielo y la mula se volvió estéril hasta el juicio final!
Con tan horrible destino no se ponía ni chanchito ni mula en el arreglo familiar, después de unos momentos pasados del susto de esta historia volvía la calma entre la muchachada, la cual nuevamente y con mas bríos proseguía alegremente el arreglo del Pesebre, rebaños de ovejas, cabras en los montes, pastores por aquí y por allá, lagunas con patos, aldeas enteras con gente, casitas, hoteles, pequeñas diligencias con viajeritos y equipaje, tiendas, bultos y “khumuntas” de todo había allí…
Qué decir de la Estación Central! Un gran tendido de vía cruzaba todo el Pesebre con túneles, ríos, puentes y montañas, desde donde bajaban algunas llamas y vicuñas. Por ahí se deslizaba el tren con la poderosa locomotora y sus vagones a todo humo y vapor…La bandera de Bolivia rojo amarillo y verde flameando en todo el arreglo...añadía patriotismo al evento de devoción familiar!
Es de realzar el hecho que nunca faltaba un estadio lleno de Stronguistas y Bolivaristas..Por supuesto como siempre jugando dándole así el toque de colorido y deporte al pesebre del Niño Jesús quien a veces inclusive nacía con la camiseta favorita del dueño de la casa familiar.
El pesebre era pues una obra de arte en la cual todos los miembros de la familia tomaban parte, se realizaba con quince días de anticipación, en algunas casas hasta con un mes, generalmente en el lugar mas amplio y digno de la residencia por más humilde que esta fuera...En otras palabras el “salón” Todo este arreglo ocupaba casi la mitad del cuarto, ya sea en el suelo o en mesas grandes que tenían altos y bajos relieves rodeados de ramas de naranjo, durazno y demás frutas de Río Abajo. Encima y en la punta de una montaña una gran estrella de oriente la que anunciaba la llegada del Señor!
Que hermosos recuerdos…que bellas Navidades de nuestros padres o de nuestra infancia...Eso ya es historia ahora...No es raro ver en los actuales anticuarios, juegos de vajillas de porcelana liliputiense que fue usada para decorar antiguos pesebres.
La Noche de Navidad que tanto se había esperado, había llegado al fin, desde la víspera los niños y niñas pasaban largas horas lustrando sus zapatitos con harto betún, era una gloria ver esos “botines” bien charolados, brillando con primor a los pies del pesebre, a fin de que el Niñito les deje en ellos unos dulces o alguna pequeñez.
Contaba mi padre que “una vez” el Niñito Jesús le trajo “un globo” y era tan inmensa su alegría la de ver flotar en el aire esa maravillosa pelota!
“Con mi hermano Germán – Nos parecía un sueño! Al día siguiente fuimos a San Francisco para agradecer al Niño Dios”-
Me refiero a este pasaje tan extraordinario e intimo de la familia y realmente no lo puedo creer! “un globo”!
Desde la cocina emanaban los deliciosos aromas de la tradicional “Picana”, los sabrosos sucumbes, rompos, las delicadas “mistelas”, los “ancucos”, las “roscas de Navidad” las hojarascas y los alfajores acompañados del espeso chocolate. Esta delicia de sabores, después de la Misa de Gallo.
Eran las Navidades de antaño, fiestas para entregarse al recuerdo, acordarse de los amigos, de los hijos ausentes, de otras Navidades, de canto y alegría, alrededor del pesebre del Niño Dios…Era una Noche Buena..Una noche buena para adorar a Cristo nuestro señor!
Isabel Velasco.
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